Keanu Reeves se sumerge una vez más en la fantasía oscura, encabezando esta vez un ensamble de las más rutilantes estrellas del cine japonés para dar vida a la leyenda de los 47 Ronin, una historia del folclor nipón procesada con sabor norteamericano. La revisamos (cortesía de Andes Films) y te la comentamos, sin spoilers, sin verdad absoluta… ¡Y sin tapujos!
Una de las historias más legendarias del Japón Feudal narra las aventuras de 47 samurái despojados por la intriga de sus enemigos y el capricho del Destino de su amo, y que convertidos en ronin (guerreros sin un señor a quien servir), inician una travesía por venganza contra toda ley. El relato, lleno de honor, drama y aventura, es materia prima perfecta para el éxito, y no en vano ha sido adaptada al Cine y la TV en múltiples ocasiones. Esta vez, ha caído en manos de Universal, que ha desarrollado cierto gustillo en crear adaptaciones ligeras de obras clásicas, rutilantes (tal vez un poco demasiado) en lo que a efectos especiales se refiere (véase “La Momia” y “Van Helsing”). Para crear su aventura digital, el estudio tomó el relato histórico de los 47 guerreros e hizo por ellos lo que Zack Snyder hiciera por los 300 espartanos: mezclarlos con un poco de fantasía y mito. El resultado es, por ponerlo ligeramente, irregular.
Partamos por lo atractivo: “47 Ronin” no escatima en gastos para atraer a la creme de la creme del cine oriental. Todo actor japonés que haya trabajado alguna vez en Hollywood está en la película. Sin embargo, todo lo lidera (al menos en el papel) Keanu Reeves, interpretando a Kai, un mestizo mitad japonés entrenado en las artes oscuras de la magia y que (obviamente) no existía en el relato original. Su misión será guiar a Oishi (Hiroyuki Sanada, “The Wolverine”), líder de los ronin, en su camino de venganza contra brujas, dragones, y feudos rivales. Todo esto, como imaginan, asegura sus dosis de sana diversión y acción, lo que nunca está de más. “47 Ronin” es una película de pop-corn, y no se le puede acusar de aburrir.
Lamentablemente, de ahí en adelante la cinta encuentra sus problemas. El más evidente a mi gusto salta a la vista (o a los oídos) de inmediato. Estamos en Japón, rodeado por actores japoneses interpretando a personajes japoneses, pero todos hablan ingles. Todo el tiempo. No recuerdo más de dos o tres palabras japonesas en toda la cinta. Sé lo que dirán: “bueno, es una película masiva, a los gringos no les gusta leer. No te quejaste cuando en “Gladiador” todos hablaban inglés”. Claro, porque Rusell Crowe al menos puede hablar el maldito inglés. Todo el pobre elenco de “47 Ronin” batalla constantemente con el idioma y sus marcadísimos acentos para poder siquiera dar sus líneas. Comienzas ahí a sentir que tus miedos tienen fundamento: “47 Ronin” es, esencialmente, una versión simplona, estéril, familiar y sobrecargada de CGI de un gran cuento japonés. El peso del relato original es tan grande que el personaje de Keanu Reeves resulta totalmente innecesario, se siente pegoteado encima… Igual que todos los elementos fantásticos del filme que, en las manos inexpertas del novato Carl Rinsch, se convierten en un adorno hueco más que en un atractivo. Ni siquiera el tradicional arte del vestuario y decorado logra lucirse del todo. Cada acción está abordada de manera insípida, carente de cualquier estilo o inspiración.
Todo esto, sin una sola gota de sangre…
Con todo, “47 Ronin” solo me hizo pensar en lo genial que hubiese sido ver una cruda, sangrienta, directa historia clásica de venganza japonesa. Para otra vez será.
Desde hoy, 23 de Enero, “47 Ronin”: acción oriental que entretiene (más a los que no han visto mucha acción oriental). Comparte tu opinión con nosotros y siempre recuerda: que no te alejen de las películas… no importa lo que leas o escuches, sigue viendo, siendo tu propio crítico.
Inti Carrizo-Ortiz
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