Desde hace algunos años que una pequeña ola que ha alcanzado grandes proporciones se viene diciendo: «se acabó el tiempo». Las mujeres estamos saliendo a marchar, porque estamos cansadas de la injusticia. Estamos cansadas que se nos discrimine, se nos viole, se nos mate y recibir menos sueldo por las mismas tareas que realiza un hombre, ese es el problema de la brecha salarial, la que, aunque no lo crean solo crece con la raza y la edad. Ni hablar de promociones o ascensos laborales porque en ese terreno para la mujer es complicadísimo subir. Es más, estadísticamente hablando, la mujer en el plano laboral, incluso al momento de jubilar, recibe menos que un hombre, algo sin duda escandaloso, considerando que las mujeres son más del 50% de la población mundial y son forzadas a tener empleos feminizados por los que se recibe menos.
Es un muy triste panorama, ¿verdad?
Sin embargo, de a poco, el mundo ha ido escuchando el llamado. Y son cada vez más las mujeres que se atreven a salir a marchar, salir a conversar del tema, despertar, darse cuenta de que lo que hemos concebido como «lugar común» no es sino un sistema social y económico que no nos ayuda a progresar como sociedad y es necesario un cambio.
Y sin embargo, pese a que se está conversando, no se ha hecho nada para cambiar del todo la situación. ¿Sabían ustedes que de todos los países del mundo solo Islandia quien adoptó como ley que sea ilegal la brecha salarial, y que se espera terminar con ella para siempre para 2022?
¿Y los otros países? Silencio, por ahora.
La razón de porqué vengo a hablarles de este interesante pero a la vez controversial tema, es a razón de un libro que leí recientemente llamado: La mujer en el mundo: Atlas de la geografía feminista de Joni Seager, quien en un estudio profundo, con cifras, gráficos y distintas fuentes que nos plantea el panorama actual en distintos lados del mundo, y como esta ha ido progresando y como aún tenemos mucho que hacer.
Es cierto, gracias a las múltiples protestas que se han llevado a cabo, es que la mujer ha logrado llevar el tema hacia altas esferas, está metiendo ruido, ahora esto, es un tema de conversación. Porque al hablar de machismo no solo se refiere al hecho de que por hacer el mismo trabajo se reciba menos sueldo, sino que se trata de algo incluso cotidiano, como el hecho de que por ser mujer debamos ayudar en la cocina mientras que los hombres se quedan conversando a la hora del almuerzo, y doy este ejemplo porque es algo que hasta el día de hoy sucede.
¿Un ejemplo de esto? El 47% de las niñas indias se casan antes de cumplir los 18 años. (matrimonios con menores de edad es incluso algo común en países como EEUU) Y en otros niveles, en sociedades incluso evolucionadas como la estadounidense, la mujer, al casarse, debe adoptar el apellido del marido, por lo tanto, una sociedad como la que plantea un mundo como The Handmaid’s tale no suena tan extraño o remoto, lo cual es algo que asusta, por decir menos. En Chile, eso ya no ocurre, pero no era hasta hace un tiempo que nuestras abuelas se decían «x nombre de x apellido».
Las mujeres estamos aprendiendo de nuestra historia, nos estamos comenzando a plantear nuestro lugar en el mundo respecto a temas de derechos, salud, trabajo, educación, política, propiedad, pobreza y poder, planteando nuevos desafíos para el feminismo.
Lo que más se nos dice a las mujeres es que, el mundo es un lugar difícil. Tenemos que ser cuidadosas, nos decimos «avisa cuando llegues» porque no sabemos si nos vamos a ver. ¿Hemos avanzado realmente como sociedad?
Esa fue una de las preguntas que me hice a lo largo de la lectura de este libro.
Como dije anteriormente, hemos dado algunos pasos interesantes, estamos viendo que el problema existe, pero aún no se dan los pasos que realmente son necesarios. Por ejemplo además del tema de brechas salariales, vayamos hacia la educación, ¿cómo es el panorama?
Famoso es el caso de Malala Yousafzai de que por intentar recibir educación y ser una activista por ello, terminó siendo atacada, se recuperó y siguió en la lucha y fue la más joven en obtener el premio Nobel de la Paz, pero lo cierto es que no todas las niñas poseen esa suerte. Son muchas las que deben abandonar, o no reciben educación, es más, de acuerdo con el libro, 520 millones de mujeres no podrán leer el libro porque no tienen la posibilidad de aprender a leer. Una experiencia similar que me pasó a medida que leía el libro de Tererai Trent, otra activista que ha luchado por los derechos de las mujeres en África.
Lo cierto es, que recién para 2030 se espera que los niños y las niñas accederán a la educación a partes iguales.
El atlas también muestra de forma instructiva con cifras perturbantes como se ejerce la violencia sexual contra la mujer, que no debería ser. Han sido años de callar violaciones, golpes y distintos tipos de vejaciones como acoso o otras instancias, porque hay gente que se siente con el derecho de hacerlo, solo porque eso quedará impune.
O eso es lo que les gusta creer, pero lo cierto es que se les está acabando el tiempo.
Afortunadamente, gracias a la lucha de tantas mujeres que salen a marchar y a levantar la voz, se está comenzando a cambiar la mentalidad, a que cada vez que ocurra algo así de espantoso, en vez de juzgar, se acompañe a la víctima, se empatice con ella y empecemos a abrir más espacios a que, entre mujeres nos escuchemos y hagamos algo al respecto.
Este libro es, sin duda, una gran lectura porque es ágil y dinámico y también me resultó un referente imprescindible para toda persona, que quiera conocer más acerca de la situación de la mujer en el mundo, con datos irrefutables y fuentes objetivas. Además, es una lectura obligatoria no sólo para aquellos que trabajan las cuestiones feministas y geográficas sino también para quienes están empezando o sienten curiosidad por el tema y quieren hacer algo, porque aún, hay una larga lucha que debemos seguir.
El libro está a la venta en las mejores librerías, cortesía de Editorial Penguin Random House.
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