Desde hoy “Gloria”, la esperada y premiada cinta del director Sebastián Leilo, aterriza finalmente a nuestras pantallas, impulsada por el sello Market Chile, empresa dedicada exclusivamente a distribuir y exhibir cine de factura local, y que ya probó suerte con la interesante y audaz “La Pasión de Michelangelo” de Esteban Larraín, aún en cartelera. La revisamos y la comentamos aquí, a la manera de siempre.
El Cine Chileno sigue dando que hablar después de la nominación de “No”, y “Gloria” está en la cresta de esta ola. Después de que la Berlinale pusiera en manos de Paulina García el codiciado Oso de Plata a principios de este año, la cinta sobre una mujer divorciada en busca del amor ha estado en boca de todos. Al verla, no nos extraña: Paulina García es el cuerpo y alma de “Gloria”, la película, tanto como de Gloria, la mujer.
La Gloria de Paulina García es esa mujer nueva de Clase Media, que se deja ver hoy más vulnerable, ambiciosa y terrenal que nunca. Menos madre que antes, ya no es ama de casa y está lejos de ser esposa. Es la mujer que hizo todo lo que le pidieron, y hoy, de manos vacías gracias a la vueltas de la vida, se dispone a recuperar el tiempo perdido. Se le agradece a Paulina (y de paso a la cinta en general), una exposición tan genuina, abierta y franca de la soledad. “Gloria” no es pretenciosa. No busca ser una declaración de principios o una ruptura. Quiere contar una historia de amor no convencional, de ese tipo de amor que quizás es el más duro de todos: el propio. Gloria ya está envejeciendo, los hijos ya son grandes y lejanos, las amistades construyen su mundo propio. Queda poco para ella. Se sumerge en las noches a conocer a extraños, tomar y bailar, a buscar algo que ya tenía hace muchos años y que perdió. En esas noches patéticas de bailes desabridos conoce a Rodolfo (Sergio Hernández, en una interpretación tan o más cándida y pulida que la de la laureada protagonista), un hombre de pequeños negocios y grandes carencias afectivas. Juntos, los dos cincuentones rotos buscaran enmendarse el uno al otro. Resulta refrescante ver a Paulina y Sergio en pantalla. Son reales, con problemas reales en escenarios reales. Gloria es una mujer algo acomodada (como suelen ser tan seguido los protagonistas de nuestro cine en estos días) pero encajada en un Chile cotidiano, del trabajo, la oficina, la calle. Incluso las intensas protestas estudiantiles que han teñido el país durante los últimos años sirven de casual telón de fondo para algunas escenas. La cinta tiene ritmo: el ritmo variante y difícil del día a día de cualquier madre enfrentada a una segunda oportunidad de vida. No nos olvida como espectadores, nos lleva al viaje. Nos hace reír y también rabear: un acto de empatía tan sencillo y, más frecuentemente de lo que uno quisiera, olvidado en nuestra cinematografía. Una empatía lograda por el talento de su elenco, la simpleza de su propuesta y un guión limpio y sincero. Si, siempre puede mejorarse aún más. Sin ser una joya perfecta, “Gloria” salta a la vista como una experiencia que vale la pena pasar, que deja algo y se aleja sanamente del tedio. Una cinta sostenida por sus actuaciones, con la intensidad franca y desnuda de Paulina García como protagonista absoluta.
En Cines de todo el país. Recuerda siempre: No importa lo que leas o escuches, importa ver. Ser tu propio crítico.
Inti Carrizo-Ortiz
Comenta con Nosotros