Nombre: The Killing of a Sacred Deer // El sacrificio del ciervo sagrado
Director: Yorgos Lanthimos
Música: Ludwig Göransson
Guionistas: Yorgos Lanthimos, Efthymis Filippou
Reparto: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keoghan, Raffey Cassidy, Sunny Suljic, Alicia Silverstone, Bill Camp
Sinopsis: Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un chico de dieciséis años huérfano de padre, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven deberá escoger entre cometer un impactante sacrificio o perder todo en el proceso.
Reseña
¿Qué harías si por un error puedes perder todo aquello que amas? Es la pregunta que nos invita a responder esta película con los 121 minutos de metraje que posee. Yorgos Lanthimos, ha ido cultivando una carrera en la que prevalece un estilo que cuenta historias extrañas y hasta crueles que utiliza como herramienta para mostrar su afilada visión de la sociedad. En esta ocasión nos invita a un viaje que puede ser quizás extraño, pero créanme cuando les digo, después de ver “La Langosta” entre otras cintas de este director proveniente de Atenas, esta puede ser su película más “normal”. Aún así es una película bien especial, una cinta que sale de lo común. En “La Langosta” (2015) Lanthimos habla acerca de la necesidad que poseemos de encajar con ciertas normas sociales, como lo es el tener pareja para no transformarse en una langosta. A pesar que en algunos casos dichas normas sociales nos suenen ridículas, en esta nueva película también veremos cómo se desafían otros temas. En esta oportunidad es el turno de las normas familiares.
Para entenderla bien, debemos estar relacionados con el mito de Ifigenia, si no están interiorizados en éste, les recomiendo que lo lean, porque será una gran base para comprender lo que está pasando. Tomando en cuenta lo anterior, les comento que en algunos momentos puede parecer una película compleja de entender. Es más, a medida que la veía me sentía en un limbo de no saber que estaba pasando, hasta efectivamente lograr agarrarme de la historia y finalmente terminar algo confundida con el desenlace.
Hay muchas cosas que te confunden, pero creo que es justamente lo que se busca, porque es una película en estilo cinearte, una oda a la incomodidad. Desde el minuto uno sabes que hay algo que no encaja, de hecho en los primeros minutos hay primeros planos a operaciones a corazón abierto. Es una película que busca incomodarte incluso con sus actuaciones: Colin Farrell, Nicole Kidman y Barry Keoghan muestran una interpretación lejana, inexpresiva y fría, casi como mostrando que no están interesados en lo que están haciendo, pero a medida que avanza la trama uno de a poco va comprobando la verdad.
En esta película vemos la historia de Steven (Colin Farrell) quién tiene un matrimonio de ya muchos años con Anna (Nicole Kidman). Él un afamado cardiólogo y ella una respetada oftalmóloga que han desarrollado una rutina casi robótica de ir al hospital, atender pacientes, relajarse en casa y asistir alguno que otro congreso médico. Este matrimonino posee dos hijos: Kim (Raffey Cassidy) y Bob (Sunny Suljic). Se ven como una familia que lo posee todo: una hermosa y gran casa localizada en los suburbios de Cincinnatti, educación privilegiada, todo lo que ellos puedan desear, pero sin embargo cuando vemos el planteamiento de Lanthimos vemos que, en el fondo es una familia con la que te cuesta conectarte, y tampoco hay una conexión real entre ellos. Como espectador, uno puede verles llorar o explorar con ira, pero cuesta identificarse, lo que siento que es uno de los puntos fuertes de la historia, porque eso es lo que más intriga y al pensarlo bien, ves que en esas relaciones, yace un gran vacío emocional, que se muestra de forma absolutamente deliberada. Se separa tanto de lo que pasa, que no hay empatía ante una propuesta tan cruel y poco amable.
En la película también podemos apreciar como Steven mantiene una relación inexplicable y hasta perturbante con un joven llamado Martin (Barry Keoghan). Se ponen de acuerdo para verse en secreto, tomar café y charlar brevemente sobre sus actividades cotidianas y su estado de ánimo. El adolescente de 16 años mira al médico como una figura paterna, una especie de mentor. Algo que se ve enternecedor, dado que el muchacho ha perdido a su padre, pero hay algo mucho más profundo que yace en las intenciones de este joven de acercarse a Steven y a su familia, en un afán casi rayando en la obsesión.
La película en todo momento se presenta de manera solemne, pero ya con todos los personajes establecidos, se va desencadenando finalmente el drama. De acuerdo a Arístoteles el drama es la caída de una persona debido a un error fatal o un error, produciendo sufrimiento en el protagonista y por ende despertando piedad y temor por parte del público. Justamente cuando comienza el verdadero drama, que es la elección fatal que Steven debe tomar que es cuando conectas con los personajes y temes por la decisión que debe tomar el protagonista, porque como mencioné anteriormente, un solo error puede quitarte todo aquello que amas.
La película resulta un ensayo interesante que mantiene el suspenso en torno a la resolución final, al dilema de Steven y eso es lo que hace que quieras llegar al desenlace. Lo más complicado de la película es intentar empatizar con los personajes, pero créanme que eventualmente lo harán. Quizá el director falla en la espera para llegar al desenlace, que se hace desesperante. A eso le podemos sumar unas actuaciones que en este tiempo parecen algo irreales, pero si pensamos en lo que era antiguamente el teatro –algo con lo que el director está más que relacionado- todo toma un nuevo y casi macabro sentido, lo que lleva a una conclusión desgarradora, pero al mismo tiempo bastante apropiada y congruente para lo que Lanthimos nos venía construyendo. Y aunque de manera incómoda y nada complaciente uno puede llegar al final del viaje. Creanme cuando les digo que el director sabe como recompensar la paciencia del espectador.
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