Las revueltas en esta parte del mundo se han hecho cada vez más comunes. Existe un descontento generalizado que nace desde una sensación profunda de abandono, de inequidad y de injusticia en países como el nuestro, pero también en otros como Perú y Bolivia. La película “Nuevo Orden” trata precisamente de eso. De la posibilidad de una revuelta social mil veces más grande que la chilena, que modifica de manera repentina y terrible el statu quo de México. Está dirigida por Michel Franco y protagonizada por Naian González y Diego Boneta, entre otros.


La película cuenta la historia de Marian, una joven mexicana de clase alta y de familia rica. La celebración de su boda se ve interrumpida abruptamente por el ingreso a su casa de manifestantes armados, en el contexto de un levantamiento masivo y popular de la clase obrera mexicana. Esto da el puntapié inicial a una serie de muertes, secuestros y enfrentamientos entre personas que, previo al conflicto, parecían tenerse mucho afecto.
“Nuevo Orden” es una cinta extraña, pero en un buen sentido. Es, en efecto, cine arte distópico. Utiliza recursos como la violencia y la agresividad como elementos artísticos, no de entretención. En ese sentido puede ser impactante e incómoda a ratos, pero lo crudo del relato es parte central de nuestra historia como continente. Somos un trozo de tierra que ha sido forjado desde la violencia, y la reacción igualmente violenta de los manifestantes (que es marca el desarrollo de la película) nace de eso también.


En la misma línea de lo anterior, la cinta está marcada de simbolismos. Por ejemplo, la pintura verde ha pasado a ser, en la realidad de la historia, un símbolo de quienes se han levantado contra el sistema. El color es utilizado prácticamente como un personaje más, y está presente en momentos clave que encaminan la historia hacia una u otra dirección.
El guion es, por decir lo menos, intenso. Y es muy orgánico a la vez. No puedo recordar un solo momento en que alguna interacción o alguna frase de los personajes me desconectara de la película, o que me pareciera mal escrito. Esto le da a “Nuevo Orden” una sensación de inmersión que se ve pocas veces en el cine latinoamericano. A ratos parece más un documental, o una película “found-footage”, que ficción propiamente tal.


Las actuaciones provocan en el espectador lo mismo que el trabajo de guion. Naian González le da a Marian cualidades que, a pesar de ser parte de “los malos” (los millonarios, gente de alta clase), nos hace empatizar con ella porque termina siendo una excepción a la regla. Ella es quien funciona distinto a su familia y se mueve por intereses distintos al dinero. Su hermano, Daniel, interpretado por Diego Boneta, es todo lo contrario. De la mano de su papel protagónico en “Luis Miguel, la serie”, este debe ser su rol más serio a la fecha. Tiene una calidad que poco se había visto, y que en este caso particular hace que su personaje sea exquisitamente insoportable.
Esta cinta parece llevar la idea de una revuelta popular a límites extremos y sumamente negativos. Su título hace una referencia precisamente a eso, un nuevo orden, una nueva realidad a partir de un levantamiento masivo de personas. La cercanía que tiene el relato con nuestro país, al menos desde la premisa, hace que la historia funcione esencialmente como un llamado de atención. Sobre todo, a quienes estuvimos de acuerdo y participamos activamente en las manifestaciones que tuvieron lugar desde octubre de 2019.
Ese llamado de atención pasa necesariamente por como se muestran las escaladas de violencia en la película, lo que a la vez expone algunas diferencias con cómo se dieron las cosas acá. Lo que “Nuevo Orden” muestra es esencialmente un levantamiento armado de la clase trabajadora, lo que lleva a un golpe de Estado. Esto, a su vez, trae consigo una serie de situaciones que deberían, por lo menos, traernos malos recuerdos: vejámenes, abuso de poder, asesinatos, torturas.
A partir de aquello, es que la cinta relativiza las ideas de violencia y de poder. Presenta matices, en cuanto trata de explicar que la violencia extrema y despedida puede llevar a convertirnos precisamente en aquello que querríamos destruir. En otras palabras, funciona como una oda a aquella frase de “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Esto es lo que, a mi parecer, hace de “Nuevo Orden” un imperdible del cine moderno latinoamericano. Nos muestra una distopía, sí, pero una posible y que quizás esté a la vuelta de la esquina. En Chile, Argentina o Perú, donde sea. Mediante la violencia, a ratos desmedida, y una crudeza muy bien trabajada, nos advierte que, frente a la posibilidad de cambiar nuestra realidad para mejor, es inconcebible traicionar nuestras creencias más importantes.

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