“¿Qué puedo hablar de “El Rey León”?”, me pregunté mientras me tomaba una taza de café.
Quizás podría hablar que es una gran adaptación de la obra shakesperiana “Hamlet”, con una crítica poderosa a la ambición y a cómo la sobreexplotación de los recursos puede arruinar cualquier tierra. O quizás desmentir lo que muchos dicen: que no es más que un plagio de “Kimba: El león blanco”. Más allá de las similitudes de que ambos protagonistas son leones que pierden a sus padres y que están en una posición de liderazgo no tienen más cosas en común, por lo que no podría ser considerado un plagio. Tal vez hasta podría hacer un caso de por qué es una de las películas animadas más populares y referenciadas de los últimos años.
Los desafío a ustedes, queridos lectores, que encuentren a alguien que tenga más de 15 años y no sepa qué es o de qué se trata “El Rey León”. Spoilers: es casi imposible que exista alguien así.
¿Pero, por qué exactamente? ¿Qué es lo que hace que esta película sea tan reconocible y popular a nivel mundial, al punto de tener dos secuelas (“El Reino de Simba” y “El Rey León 3: Hakuna Matata”) dos series animadas (“Timón y Pumba” y “La Guardia del León”) una película Spin-Off (La Guardia del León: El Regreso del Rugido), muchos videojuegos, un exitoso musical en Broadway y por supuesto, un remake CGI que se estrena en algunos días más?
Podríamos atribuirlo, primero que todo, a que es, objetivamente hablando, una de las mejores películas que ha hecho Disney. Es parte del período conocido como el “Renacimiento de Disney”, que comenzó con “La Sirenita” y terminó con “Tarzán”, películas que pusieron nuevamente a Disney en el foco de atención que perdieran años antes. “El Rey León” fue durante años la película animada con mayor recaudación en la historia y tuvieron que pasar casi veinte años para que fuese destronada por “Frozen” en el 2013.
La película es una joya, técnicamente hablando. Es una película que puedes ver más de 1000 veces, acompañado de unos pañuelos para secarte las lágrimas, y seguir encontrándola magnífica. La animación fluye como la seda, tiene secuencias adrenalínicas que, incluso para los estándares actuales, son soberbias, como la escena de la estampida (esa que traumó a tantas personas en el mundo entero) o la misma batalla por la roca del rey, o la persecución en el cementerio de elefantes… Son escenas que mezclan el CGI con las técnicas de animación de antaño y, claro, el CGI en ese entonces estaba en pañales. Pero cuando ameritaba usarse, destaca de forma magistral.
¿Y qué es una obra audiovisual sin un excelente sonido? El Rey León tiene eso de sobra. El sonido de la selva es magnífico. Pero lo que se roba la película es, definitivamente, el soundtrack compuesto magistralmente por Hans Zimmer. Es potente, emocional y épico cuando debe serlo, jugando entre los tonos cómicos y dulces de la infancia de Simba hasta ir escalando a la batalla por la roca del rey y la restauración del reino. Además en todo momento nos recuerda el ambiente selvático usando timbales, vocales y tambores. Y no es por nada que El Rey León se llevó dos Oscares en 1995: Mejor banda sonora y Mejor canción original. Es imposible olvidar que esta película es un musical repleto de canciones inolvidables como Hakuna Matata, ¡Listos Ya!, Esta noche es para amar (canción que ganó el Oscar de ese año) y, por supuesto, el Ciclo sin fin
Pero, ¿a quién engaño? No es por eso que el Rey León es lo que es. Son sus personajes y su historia lo que nos marcó el corazón, sobre todo porque toca temas con los que muchos podemos relacionarnos: la paternidad, la búsqueda de identidad, la capacidad de perdonarse a sí mismos, aprender del pasado. Son simplemente lecciones de madurez tremenda que la película es capaz de transmitir de una forma sumamente adulta y no forzada. En algún momento todos hemos sido Simba evadiendo el pasado por lo doloroso que este puede llegar a ser. Y quizás no hemos tenido que enfrentarnos a nuestro pasado en la cima de un acantilado envuelto en llamas contra algún familiar, pero sí que se siente así de intenso enfrentar a nuestros fantasmas.
El cine es un medio mágico, es capaz de transportarnos a realidades alternas a explorar ideas y emociones. Algunas películas pueden despertar algunas emociones en algunas personas, y en otras, algo totalmente distinto. Porque en el fondo la magia del cine es la conexión de las vivencias de quien está en la pantalla.
El Rey León es mi película favorita de todos los tiempos. Y sí, es extraño. Soy estudiante de audiovisual y cuando la pregunta “¿cuál es tu película favorita?” sale a la palestra, mis compañeros quedan en shock al saber que la respuesta de un tipo de 28 años de edad es que su película favorita es un clásico infantil de 1994 sobre leones. Y por más que ponga sobre la mesa los mismos argumentos que les acabo de presentar a ustedes, la verdadera razón es que esta película le habla a mi corazón como ninguna otra. Cuando era niño y llegó esa edad en la que empiezas a ver películas, afortunadamente nunca las vi solo. Siempre estaban a mi lado mi madre y mi padre para explicarme las cosas y conceptos que no podía entender por mi edad. Disney formó parte importante de mi infancia al punto de definir en muchos aspectos mi personalidad, y todo eso se lo debo a mis papás de quienes siempre estaré agradecido.
Pero, por algún motivo, sentía una fuerte conexión con El Rey León. Una conexión que se hizo mucho más fuerte cuando mi padre falleció. En muchos aspectos, cuando tú creces con tus padres y a pesar de todos sus defectos, siempre los verás como seres admirables y casi invencibles, igual que como Simba veía a su padre, Mufasa.
Me cuesta mucho ver “El Rey León” sin llorar, y no es la escena de la muerte de Mufasa la que hace que mis lágrimas se vuelvan incontenibles. Es la escena en que Simba y Mufasa miran las estrellas y la aparición de este último entre las nubes la que me hace llorar. Se me hace imposible no sentir la presencia de mi padre al ver estas escenas, el recordar su explicación a lo que estaba pasando y sentir que, de alguna u otra forma, mi padre también está en esas estrellas a las que se refería Mufasa o que tal y como dice Rafiki: “Él vive en mí”.
Esos recuerdos siguen ahí y siempre que necesito revivirlos, me dirijo a esta película. Las películas son eso, son medios de transporte a las emociones de las personas. El cine es mágico. Puede conectarnos con sentimientos, momentos y personas de formas que no imaginamos sin respetar distancias ni tiempo, puede marcarte y transformarte. Ese es el verdadero poder del cine.
El Rey León se estrena el 18 de julio en cines chilenos. Y créanme que estaré en el mejor asiento posible para revivir la historia de Simba contada de otra forma. Y, ¿quién sabe? Puede que esta versión conecte a una familia en un futuro.
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