La intensidad de los últimos cuatro capítulos es una película en sí misma, y de las buenas. Hasta me atrevería a decir que es mejor que, al menos, una de las películas de la nueva trilogía.
Que difícil es ser objetivo cuando toca hablar de algo que disfrutamos tanto como el universo de Star Wars. La séptima y última temporada de The Clone Wars causó mucho hype desde su anuncio, y la serie en general siempre ha generado buenas impresiones tanto en niños como fans acérrimos de la saga galáctica. Y bueno, siguiendo la línea del éxito de The Mandalorian, se puede decir que The Clone Wars no sólo fue salvada como serie, sino que funciona como la guinda de la torta a un trozo del canon de Star Wars que ya había sido enriquecido por años. Es una producción que se siente no sólo como una película, sino también como algo realizado por el mismo George Lucas. Y en pocas palabras, está genial. A continuación te contamos el porqué.
Lo primero que destaca de esta temporada en particular es que el apartado técnico, respecto a la imagen y animación, es muy diferente a temporadas anteriores. De la mano del crecimiento de los personajes que la protagonizan, el cómo se ve la serie parece haber madurado también. En este apartado, se acerca más a lo que podríamos ver en grandes producciones como las de Disney Pixar, pero con un tono subyacente ya no tan para niños y niñas, sino que para adolescentes y adultos. Y más allá de la imagen misma, hubo decisiones técnicas que resultan siendo fan service pero del bueno. Una de ellas fue traer a Ray Park para encarnar una vez más al famoso Darth Maul, mediante captura de movimiento. Su performance es impresionante, pero ya hablaremos más de su personaje.
Esta temporada va de menos a más en cuanto a historia. Desde que fue anunciada su realización, nos enteramos que iba a mostrar desde otro punto de vista la Orden 66, donde los jedi son traicionados y asesinados en masa. Esto es interesante porque genera una tensión distinta, en la que el espectador está tenso y nervioso no por la incertidumbre de lo que se avecina, sino por todo lo contrario. Comenzando a ver esta historia uno sabe lo que viene, y sabe que es terrible también. Los primeros capítulos pueden sentirse innecesarios a ratos (o relleno) pero el verlos trae su recompensa. La intensidad de los últimos cuatro capítulos (entrando al arco del “Asedio a Mandalore”, y no, esto no es spoiler) es una película en sí misma, y de las buenas. Hasta me atrevería a decir que es mejor que, al menos, una de las películas de la nueva trilogía.
Respecto a los personajes, la jugadora más valiosa (o MVP) de esta serie es sin lugar a dudas Ahsoka Tano. Sin ahondar mucho en su historia, la padawan de Anakin Skywalker se ve envuelta una vez más en asuntos de la Orden Jedi; no como una más de ellos, ahora sólo como una ciudadana sensible a la Fuerza. La serie nos regala un re encuentro breve con su maestro, con Obi-Wan Kenobi y con el Comandante Rex, su incombustible compañero de batallas. De ahí en más, la serie funciona por y para ella. Como un personaje más de esta saga cada día más compleja, Ahsoka Tano es el mejor de ellos desde la trilogía original. Sus motivaciones son más tangibles y cercanas al espectador, pero esto no le quita grandeza ni capacidad de acción. Su rol en esta historia termina siendo mucho más relevante, y por lo mismo, indispensable para entenderla por completo.
Y si Ahsoka es la MVP, Darth Maul le pisa los talones. Un personaje que baila constantemente entre la bondad y la venganza, la suya debe ser sin lugar a dudas una de las historias más interesantes salidas del nuevo canon extendido. En particular, la relación de ambos es extraña por decir lo menos, pero regalan el mejor momento de la serie (con un guiño a la saga de Skywalker), mediante una batalla de sables de luz. Gracias al trabajo de los actores de movimiento y de voz, esta pelea en particular está entre las mejores del canon. Y bien arriba, allá con el duelo de Mustafar y el de Naboo. Lo impresionante es que por muy espectacular que suene, esta pelea no es el clímax. El clímax de la serie es
definitivamente la Orden 66, y la traición de los clones a los Jedi. Aquí vemos a viejos amigos dudar de sus lealtades, y a enemigos tratando de hacer alianzas. Decir más que eso sería spoilear.
Esta temporada cierra muchas cosas. Cierra procesos, arcos argumentales, relaciones. Pero el mayor de todos esos cierres es la brecha entre la serie misma y el Episodio III de la saga, que debe ser uno de los mejores y más relevantes. Las cosas que suceden a partir de más o menos la mitad de la temporada, suceden al unísono con dicha película. Aquí se responden muchos “¿y dónde estaba él/ella en el Episodio III?”, y no a la ligera. Esa brecha termina siendo un puente hermoso pero terrible. El fin de esta serie le da sentido a la frase de George Lucas “es como poesía, porque rima”.
En resumen, la séptima temporada de The Clone Wars es seguramente la mejor de la serie. Hace que muchas cosas cobren sentido, y le da más peso a hechos puntuales de la saga que ya eran relevantes. Dave Filoni, encargado de dar vida a varias de las producciones del canon expandido es lo más cercano que hay a George Lucas. Es su heredero artístico y eso está muy patente aquí. Este cierre es básicamente una película, llena de emociones profundas y con un final que no dice mucho pero dice todo al mismo tiempo. Si eres fan de Star Wars, es muy probable que llores. Sí, es una serie preciosa. Las guerras clon fueron salvadas por Disney, y Disney – de la mano de Filoni – fue salvado por las guerras clon.
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